Historias. 80 años sin Ricardo Zamora - LEYENDAS ESPAÑA
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HISTORIAS DE LA SELECCIÓN

80 AÑOS SIN RICARDO ZAMORA

Por Rogelio Núñez

Acaba 2016 con un dato muy significativo y revelador: los dos porteros menos goleados de Primera y de Segunda División, y por tanto candidatos as ganar el Trofeo Zamora, son españoles. Se trata de Sergio Asenjo, del Villarreal, en la División de Honor y de Edgar, del Reus, en la de plata. Es casi un homenaje a quien fuera el jugador de fútbol más importante de España en los años ´20 y ´30, justo cuando se han cumplido 80 años del momento en el que decidió colgar las botas.

 

Julio de 1936. Una fecha y un mes macados en la historia de España por el inicio de la Guerra Civil. Pero antes de aquel fatídico 18 de julio, lo que más centraba la atención de los aficionados al fútbol era la noticia de que Ricardo Zamora había colgado las botas. Se iba el portero titular de la selección española desde 1920 quien además era el guardameta del Madrid FC, en ese momento vigente campeón de la Copa. Se marchaba el jugador más carismático del fútbol español en los años ´20 y ´30 tanto dentro como fuera de los terrenos de juego. El semanario As daba aquella noticia a finales de junio, el día 29, con un titular impactante: “¡Ricardo Zamora se va del fútbol!”; y durante el mes siguiente no se hablaba de otra cosa en España. Algo que la Guerra Civil vendría a cortar de raíz.

 

El “Divino” Zamora, el primer ídolo mediático

A lo largo de los tres lustros anteriores Ricardo Zamora (Barcelona, 1901-1978) había alcanzado la categoría de “divo”. En cada partido con la Selección el guardameta no hacía sino coleccionar grandes alabanzas de los periodistas de la época que claramente le tenían como uno de sus favoritos. Siempre, tanto en el triunfo como en la derrota, el que obtenía las mejores palabras era el guardameta español. Así, por ejemplo, en la derrota ante los belgas de 1923, Zamora, junto a la defensa, fue de los que se salvó de las críticas porque “sin inmutarse, realiza un juego soberbio, maravilloso, parando dos estupendos shoots”.

 

Ricardo Zamora fue un auténtico ídolo de masas y el primer futbolista mediático (estrella en el césped, actor de cine y con una vida repleta de aventuras). Sus actuaciones bajo los tres palos y su personalidad crearon primero, y agrandaron después, ese mito. Fue titular indiscutible en la selección española desde la creación de ésta con motivo de los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920 hasta el estallido de la Guerra Civil. Fueron 16 años seguidos ocupando la portería del combinado nacional: Zamora, quien fue 46 veces internacional, jugó todos esos partidos entre 1920 y 1936 y fue titular en 46 de los 56 encuentros que disputó el equipo nacional. En los años ´20 solo faltó a los JJOO de 1928 (porque era profesional y a aquella cita acudieron los amateurs). Desde 1930 y, sobre todo, en el bienio1935-36 fue perdiendo la titularidad en favor de Juan José Nogués (1934) y, en especial, de Gregorio Blasco y Guillermo Eizaguirre en 1935-36.

 

Era, asimismo, no solo una figura nacional sino de escala internacional, como se pudo comprobar en el partido que, en diciembre de 1930, disputaron en Oporto Portugal y España. Zamora, lesionado, no jugó el encuentro, pero asistió al mismo lo cual despertó gran expectación en el país vecino. Así lo contaba el diario ABC: “Zamora no jugó en Portugal; pero sigue siendo en Portugal el más popular de los jugadores españoles. En el recibimiento que se tributó a nuestro equipo nacional en la estación de Oporto—una acogida espléndida—, Zamora era reclamado estrepitosamente por la afición lusitana. Zamora, calado el sombrero y provisto de unas gafas negras, se filtró de incógnito por entre el pueblo, en defensa de su omoplato, y durante el partido dio opiniones, firmó cartulinas y saludó a los sinhilistas (sic) portugueses desde el micrófono. Zamora interesaba tanto como, el partido”.

 

Zamora fue un referente dentro y fuera del terreno de juego y muchas veces se transformaba en el portavoz del equipo a la hora de analizar los partidos disputados cuando los periodistas pedían opiniones de peso. Como capitán habitualmente era, junto con el seleccionador de turno y el secretario general de la Federación, Ricardo Cabot, el encargado de dar a la prensa su opinión, mostraba su buena disposición a hablar con los medios. Ejemplo de ello tuvo lugar en 1933 cuando, tras el encuentro contra Portugal, el portero mantuvo una conferencia telefónica de más de 20 minutos con el diario ABC analizando el encuentro. Tras esa larga charla de minucioso análisis el portero acababa así su narración: “Llevo veinticinco minutos al teléfono y… ya está bien. Estoy contento. Creo que todos hemos cumplido con nuestro deber. Hay banquete oficial. Me parece que hoy me he ganado la cena como futbolista y como narrador”.

 

Tuvo una actuación muy recordada en el Mundial del ´34. De hecho, la revista oficial del Campeonato, le eligió como mejor portero y a Quincoces como mejor defensa izquierdo. Uno de sus compañeros, el defensa Ciriaco nos ha dejado un buen retrato de quien llamaba “El Divino”: “Poco puedo añadir a lo que ya se ha dicho en tanto tiempo. Era el mejor, lo que pasa es que a veces nos daba grandes sustos con sus locuras. Cuando menos te lo esperabas se iba a hablar con el público o hacía una salida fuera del área que sorprendía a todos, a atacantes y defensa. Yo ya lo sabía porque en el Madrid FC veníamos jugando juntos, y por eso, cuando le adivinaba sus intenciones yo iba a la portería para cubrir los palos. Así, contra Brasil salvé un gol en la misma raya, porque Ricardo había salido a despejar, pero los delanteros le ganaron la acción y a punto estuvieron de marcar”.

 

El carisma de Zamora

Además, fue el primero en otras muchas cosas.

Por ejemplo, en protagonizar una película, con sólo 25 años, titulada «Por fin se casa Zamora». Una comedia del año 1927, del cine mudo, en el que Zamora se enfrentaba a un gran dilema: su tío le dejará toda la fortuna que posee si se casa con una prima no muy agraciada. Ya retirado del fútbol probó de nuevo suerte en el cine con la película «Campeones», de 1943, donde también aparecían futbolistas como Jacinto Quincoces y Guillermo Gorostiza.

 

Esa idolatría con la que era seguido se plasmó no solo en el sobrenombre que le acompañó de por vida, «El Divino» sino también en frases que han pasado al acervo del lenguaje popular. En 1920, en los Juegos Olímpicos de Amberes, Zamora fue elegido mejor portero del campeonato. A partir de entonces, se popularizaron dos frases: «Uno a cero (el resultado del debut ante Dinamarca) y Zamora de portero» y «Sólo existen dos porteros: San Pedro, en el cielo, y Zamora, en la Tierra». De hecho, era tan conocido, nacional e internacionalmente que cuando Stalin supo que se había proclamado la II República en España preguntó quién iba a ser el presidente. Cuando le dijeron que iba a ser Niceto Alcalá-Zamora, el dictador comunista dijo: “¡Ah, el portero de fútbol!”. Además, como recordara Andrés Amorós en el diario ABC, fue «también el primer futbolista español que crea una moda: gorrilla, espinilleras, elegante chaquetilla y vistosos jerséis (blanco, de pico, con gruesa raya, o de cuello vuelto, oscuro)».

 

Zamora, que iba para médico (su padre lo era) y que nunca de joven se sintió atraído por ser portero, en sus memorias, publicadas en ABC evidenciaba su buena pluma y su sentido del humor a la hora de narrar los episodios que fueron jalonando su vida. Se autodefinía como “español y católico… con ser catalán muy español me siento. Y nunca más grande que cuando, como tal, representé a mi patria en embajadas deportivas”.

 

En junio de 1936, poco antes de que estallara la Guerra Civil anunció que dejaba el fútbol lo que fue portada en muchos periódicos de la época. Rafael Sánchez Guerra, presidente del Madrid, glosaba así su figura recordando cómo había marcado la historia de la Selección española: “Ricardo Zamora es, él solo, toda la historia fútbol español. Muchas de nuestras victorias internacionales no son, en realidad, más que obra suya. A raíz del último encuentro celebrado, este año en Madrid entre Austria y España. Hugo Meills, el famoso ssleccionador austríaco, uno los hombres más inteligentes y competente en el fútbol mundial, me decía, de sobremesa, durante la cena con que le obsequiamos los directivos del Madrid: “Guillermo Eizaguirre es un buen portero, aunque nuestros delanteros le marcasen cinco «goals». Ustedes, los españoles a lo que tienen que ir acostumbrándose es a que ya no está defendiendo la puerta de España Ricardo Zamora. Ricardo Zamora es una figura que sólo se produce en el fútbol una vez cada treinta o cuarenta años. E1 ha convertido muchas posibles derrotas de España en rotundas victorias al lograr que su marco no fuese batido ni una sola vez. Cuando, en 1925, nos ganaron ustedes en Viena por 1 a 0— un “goal» que marcó Cubells en el primer tiempo—debieron ustedes perder por tres o cuatro “goals” de diferencia con cualquier otro portero que hubiese tenido una tarde buena. ¡Zamora lo paró todo, hasta un “penalty” !”. A última hora, nuestros delanteros estaban ya completa y totalmente desmoralizados…”.

 

Su mito creció aún más durante la Guerra Civil: fue detenido por colaborar con el periódico católico Ya, estuvo encarcelado en la madrileña cárcel Modelo, refugiado en la embajada de argentina antes de huir al exilio en Niza. Corrió el rumor de que había sido fusilado y en verdad escapó en el último momento de acabar ante un pelotón. El escritor Ramón Gómez de la Serna, que compartió aquellos momentos con el «Divino», narró en el diario La Nación de Buenos Aires cómo evitó la muerte el portero de la Selección española. Así lo contaba el diario Mundo Deportivo:

 

«Una mañana se presentó (el escritor Luis Gálvez) en la cárcel Modelo y salió a uno de los balcones del patio llevando del brazo a un preso. Exigió que se reunieran bajo aquel balcón todos los encarcelados y todos los milicianos de la prisión y pronunció a grandes voces este discurso: ‘He aquí a Ricardo Zamora, el gran jugador internacional de fútbol. Es mi amigo y muchas veces me dio de comer. Está preso aquí y esto es una injusticia. Que nadie le toque un pelo la ropa. Yo lo prohíbo’. Luego lo besó y lo abrazó ante los presos atónitos mientras gritaba ¡Zamora, Zamora!».

 

Rogelio Núñez

Doctor en Historia por la Universidad Complutense